martes, 12 de febrero de 2008

Sal y Luz


…la sal que le da el gusto a la vida y la luz que la ilumina

Hace ya muchos y largos años los más postergados, los que no teníamos cavidad en ningún lado teníamos un lugarcito de encuentro y de reunión en la capilla de la unidad con un grupo religiosos que se llamaba Sal y Luz y sus integrantes supieron inculcar en nosotros enseñanzas que quizás en esos momentos no alcanzábamos a discernir y a veces nos resultaban cansadoras y fastidiosas, como a la hora de escuchar esas aburridas misas que todavía no alcanzamos a comprender, como tampoco el de recitar ese padre nuestro y otras cosas más que no las veíamos muy productivas porque no cambiaban nada y el pueblo seguía triste.
Lo que si cambiaba y en ese memento no lo percibíamos mucho era la magia de sus tallares de cine con películas cómo: “La Misión”, “En el Nombre del Padre”, “Pixotes” y tantas otras con los posteriores debates. El respeto. La solidaridad. Las desiciones tomadas en asamblea. Las formaciones de coordinadores. La circulación de la palabra. El espacio de encuentro y reunión. El envió todos los martes de los canastos de pan y fruta que juntábamos entre todos y ellos llevaban al comedor El Carancho Triste, y entre tantas otras cosas la de ayudarnos a generar nuestra primera Biblioteca, Sala de Computación y Revista a la cual le pusimos por nombre La Esperanza porque pensábamos y creíamos en el futuro.
Hoy después de mucho tiempo comprendemos mejor el gran amor que traían en sus corazones y el enorme valor de esas sabidurías que tiraban casi por debajo de la solapa que no sólo nos alcanzó para instruirnos, sino también para instruir y enseñar, a estar siempre del lado de los oprimido y jamás del opresor, a llevar el evangelio a la práctica sin tener que rendirle tributo a nadie ni ponernos de rodillas, a fraguarnos como militantes y organizarnos en la lucha desde las bases junto al pueblo, a orientar nuestro accionar hacia los más postergados y entre otras a forjarnos más allá del encarcelamiento cómo verdaderos hombres libres.
Al Nene Bianco y las monjitas: Graciela, Silvia y Alejandra
Algo quiso que ustedes no estén más junto a nosotros, pero ese algo, lo que no logró, fue que siga germinando la semilla de resistencia y de lucha que supieron plantar en lo más hondo de nuestro ser.
Gracias desde lo más profundo de nuestros corazones en el nombre de todos los compañeros en estado de cárcel que integramos Ciudad Interna…un lugarcito de encuentro y reunión como el de aquella vez•