viernes, 24 de abril de 2009

A mi querida “Clase Media”



Historia de un olvido
Por: Soledad
Divididos y separados, esta es la realidad de nuestra querida clase media argentina. Y hoy es hora de hacernos cargo.

La historia comienza con la irreconocible actitud de la clase media para no reconocer. No conocemos a nuestros vecinos, y hasta nosotros mismos ya nos desconocemos en actitudes y pensamientos. Entramos y salimos cautelosos, con el miedo siempre cerca caminando a nuestro lado. No confiamos, no creemos, pero tampoco soportamos vivir así: con miedo.

Igualmente, todo fastidio pierde su fuerza cuando nos encontramos tranquilos, y mejor que muchos, en nuestra cómoda vida de clase media. Explotada y vapuleada por muchos, lo reconocemos, pero también deseada por otros tantos que hoy y siempre estuvieron en el olvido y fueron relegados de nuestro “sistema social”.

El miedo al cambio es otra actitud que nos caracteriza. Hacemos caso omiso a todo aquello que provoque pensar en algo distinto, generar un cambio o creer en otras posibilidades. Nos refugiamos en la inestable seguridad que nos propone día a día el Estado que elegimos para “gobernarnos” y mitigamos los pisotones que nos dan los de arriba, reconfortándonos en la desgracia del otro. Sabemos que estamos mejor que muchos y por eso debemos estar “agradecidos y conformes”.

¿Respeto? Nunca tuvimos respeto por nosotros mismos.

¿Respeto por los que menos tienen? Nunca lo hemos tenido tampoco. Al contrario, siempre enfrascados en nuestras propias penas, en nuestras propias alegrías o desgracias. Y siempre cada uno por separado, levantando la cabeza sólo para mirar nuestro propio camino, sin importarnos qué puede haber adelante, atrás o, lo más terrible aún, andando a nuestro lado y pidiendo ayuda.
Como clase media, pocas veces supimos cargarnos al hombro el deber de intentar cambiar lo que los poderosos tienen predestinado para nosotros como pueblo. Hemos dejado que los diferentes gobiernos separaran al pueblo, lo dividieran y dejaran una gran parte perdida en el olvido, en el desamparo, en una desigualdad inusitada y, para muchos, irreversible.

Pero no sólo no hemos podido asumir esa responsabilidad de que muchos están como están porque no supimos elegir con sabiduría, sino que hoy, además, descargamos toda nuestra furia contra esos que dejamos dormir en la intemperie y sufrir males inhumanos, impensables e inimaginables en nuestra ajustada, pero cómoda clase media.

Hoy los culpamos, los hacemos responsables de nuestros males y desgracias, los generalizamos criminales y los desterramos al olvido eterno con un grito unánime de “¡Que los maten a todos!” y un “Si a la pena de muerte!”, demostrando así, una vez más, nuestra ignorancia y nuestra incapacidad para reaccionar sobre los verdaderos males de nuestra sociedad: los gobernantes que deciden nuestro destino. Esos que destinaron a los que menos tienen a ser la mira responsable de todas las desgracias, como chivos expiatorios incapaces de defenderse frente a toda una estructura que los condiciona y domina.

No entendemos, no analizamos, no podemos ver más allá de los hechos mismos y hacer lecturas profundas de todos los problemas que desarman esta sociedad y la llevan, cada día, a una insalvable estratificación de la que no saldremos nunca si no nos unimos y luchamos con ideas nuevas y renovadoras.

Es necesario empezar a creer en cosas distintas, entender como funciona nuestro gobierno y cómo quiere hacernos pensar. Aunque, en realidad, no quiere que pensemos.
Está en nuestras manos, las de la clase media, el cambio que esperamos para nuestro futuro.
Debemos pelear por los que no tuvieron, ni tienen, posibilidades de vivir en un mundo mejor. Por los que fueron destinados, aún antes de nacer, a ser olvidados por todos en el mismo momento de ver la luz. Hoy tenemos que ponernos el país al hombro y dejar de echar culpas equivocadas. Debemos leer entre líneas y empezar a actuar contra este eterno gobierno que lo único que ha generado, en años y años, es desigualdad.

Estamos a tiempo de salvar lo que para muchos es insalvable, y ayudar a crecer así, a nuevas generaciones con nuevos objetivos y anhelos de un mundo diferente•