martes, 9 de septiembre de 2008

Lo que la iglesia minimiza, la militancia combativa maximiza.






En Ciudad Interna no nos caven mucho lo ordenes establecidos, entre ellos las doctrinas eclesiásticas, siempre tuvimos presente que la iglesia estuvo y esta al servicio de poder y no del pobre, muy lejos de las enseñanzas de aquel copado subversivo que por tal lo fueron hace más de dos milenios, de hecho en la inauguración del espacio pinto el capellán de la unidad con una seria de chirimbolos para bendecir el lugar y no le pasamos cabida -no se lo permitimos-. Zapateaba másss, a full, nunca mas volvió. Bien ahíí.
En una de esas mochilas cargadas de amor y sabiduría que traen nuestros compañeritos militantes del exterior pintaron un par de libros que nos hacen escapar un poco, de está jaula destinada al pueblo, y a través del asombroso mundo de la literatura nos encontramos con textos cuyos contenidos ilustran parte de los sueños de Jesús, qué no conocíamos, y nos llamo la atención, decidimos entonces dejarlos como materia de taller y discutirlo no con un padres celestial, pero si con nuestra máxima autoridad “La Asamblea” o sea, nosotros mismos, y también reproducirlos en forma textual para que nos envíen su opinión.
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Propuesto para modificaciones:

*“El proyecto original de Jesús fue la fundación de una serie de comunidades, al margen del estado (y también, en contra del mismo) en la cual la convivencia se basara en un principio distinto (y también contrario) al principio del poder. Estas comunidades, donde el amor fraternal sustituirá a la fuerza política y militar, tendría una estructura horizontal y no vertical: el último seria allí el primero y viceversa. El modelo del imperio quedaría sustituido por el arquetipo de la familia, pero por una familia cuya única autoridad, el padre celestial, no pertenecía a este mundo. La figura del padre trascendente se oponía así, como única imagen posible, a la idea de rey mundano, del emperador romano. En el fondo, se estaba oponiendo la idea del origen común de todos los hombres a la idea de la jerarquía subordinación a las potencias de este mundo.
En esas comunidades (ekkesiai) todos los bienes eran comunes, como se ve en los hechos de los apóstoles, y no había una autoridad propiamente dicha, ya que los presbíteros, esto es, los ansíanos, no eran sino los concejeros del pueblo cristiano. El plan de Jesús, la subversiva estrategia del evangelio consistían en que tales comunidades se extendieran por todo el imperio, constituyendo una sociedad paralela y contraria a el. Se trata de minar sus cimientos desde abajo, ya que no de enfrentarlo abiertamente por la violencia, para lograr su derrumbamiento y su ruina. Esto debía coincidir con la segunda venida de Jesús y con la instauración del reino de dios que el mismo Jesús creía próximo (“no pasara esta generación…”).
No puede decirse que el plan de Jesús fracaso porque no se produjo la segunda venida; mas bien hay que decir que la segunda venida no se produjo porque el plan fracaso.
Y fracaso porque la iglesia, la comunidad de los hermanos, comenzó a ceder ante el imperio. Se instauro el epicospado; se olvidó la comunidad de los vienes; empezaron a erigirse los dogmas y la autoridad que los definían; hubo herejías, excomuniones, anatemas. El imperio reprodujo su esquema de violencia dentro del poder de la iglesia, y triunfo finalmente sobre ella, no cuando la persiguió y arrojo a los cristianos a los leones, sino cuando acepto su credo y la reconoció, con Constantino, como religión oficial del imperio. Desde aquel momento imperio e iglesia se identificaron. El gran perdedor fue Jesús; el gran triunfo fue de Roma. Puede decirse que la verdadera crucifixión y muerte del fundador del cristianismo se produjo así el año 313 y no, como se dice, en el año 31 o en el año 33.”
*Ángel Campelletti

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Los muchachos de Ciudad Interna