Por: Lumila
"No es fácil el día de visita. Es muy esperado, increiblemente ansiado, intensamente vivido por quienes tenemos a un ser querido privado de su libertad... pero no es fácil. No es fácil el frío crudo del invierno cortándote la piel en la entrada, a pesar de que siempre hay una amiga que tienda el brazo para soportar de a dos. No es fácil soportar tanto tiempo esos ojos fríos, más fríos que las mañanas de Coronda, que desde el lado de adentro nos miran desde arriba, a veces serios, a veces con una sonrisa sobradora, pero siempre con los pies calientes por las botas, y con el mate y la factura en la mano. No es fácil encontrarte en la requisa con una mujer que te grita que entres desde adentro, y que cuando entrás te mira como si enfrente tuviera una bolsa de basura. Y cuando al fin, después de la larga procesión por ventanas, puertas y escritorios, tenés en frente a tu ser querido, a la emoción del encuentro se le agrega también el dolor y la angustia de verlo, aunque suene mal, pudriéndose ahí adentro. Y esa mezcla es como una puñalada, una sensación con características que creo que no se pueden aplicar a ninguna otra circunstancia de la vida, por dolorosa que sea.El tiempo parece que se pasara volando, cada vez que miramos la hora es un poco más de tristeza. Los domingos en Coronda se vuelven increiblemente cortos... y cuando llaman a la visita a retirarse, la despedida es un suplicio. Volver la mirada es ser casi masoquista. Ver a tu ser querido alejándose cada vez más es una secuencia que al menos a mí se me repite mil veces en la mente en todo el largo camino de vuelta a casa. Y mirar a la izquierda en el colectivo también es un autoflagelo, ver el atardecer, el día que se va, y... ¿cuándo pasó?Y cuando llego a casa, como en cámara lenta, y me siento a tratar de distraer mis pensamientos, no logro pensar en otra cosa que en él, en cómo estará, en el día que pasó casi volando, y de golpe se me vienen a la mente los 30.000 desaparecidos que dieron su vida por este país. Nunca tuve una opinión de las cárceles distinta a la que tengo hoy, siempre pensé que eran un aparato más de dominación del Estado, pero creo que necesité el sacudón de vivir una historia en Coronda en carne propia para empezar a tomarlo mucho pero mucho más en serio. Y me pregunto cuántos desaparecidos más vamos a dejar pasar. Julio López no es el único desaparecido de la democracia. Los 30.000 son héroes, sin dudas, mártires de la lucha por una Argentina y un mundo mejor, pero no nos olvidemos de los presos, muertos, torturados y desaparecidos de hoy, los presos de un sistema que necesita cárceles llenas de pobres, que las utiliza como lugar de dominación, de exclusión y hasta de exterminio de personas. No hay que ser ingenuos, las cárceles no tienen las características que tienen por casualidad. Son funcionales a un sistema político, social y económico que es el mismo que hambrea al pueblo, que lo deja sin posibilidades de educación y trabajo, y que finalmente los deposita ahí adentro para pudrirlos en vida. Al final, cuánta razón tenían Los Redondos cuando decían que todo preso es político".
"No es fácil el día de visita. Es muy esperado, increiblemente ansiado, intensamente vivido por quienes tenemos a un ser querido privado de su libertad... pero no es fácil. No es fácil el frío crudo del invierno cortándote la piel en la entrada, a pesar de que siempre hay una amiga que tienda el brazo para soportar de a dos. No es fácil soportar tanto tiempo esos ojos fríos, más fríos que las mañanas de Coronda, que desde el lado de adentro nos miran desde arriba, a veces serios, a veces con una sonrisa sobradora, pero siempre con los pies calientes por las botas, y con el mate y la factura en la mano. No es fácil encontrarte en la requisa con una mujer que te grita que entres desde adentro, y que cuando entrás te mira como si enfrente tuviera una bolsa de basura. Y cuando al fin, después de la larga procesión por ventanas, puertas y escritorios, tenés en frente a tu ser querido, a la emoción del encuentro se le agrega también el dolor y la angustia de verlo, aunque suene mal, pudriéndose ahí adentro. Y esa mezcla es como una puñalada, una sensación con características que creo que no se pueden aplicar a ninguna otra circunstancia de la vida, por dolorosa que sea.El tiempo parece que se pasara volando, cada vez que miramos la hora es un poco más de tristeza. Los domingos en Coronda se vuelven increiblemente cortos... y cuando llaman a la visita a retirarse, la despedida es un suplicio. Volver la mirada es ser casi masoquista. Ver a tu ser querido alejándose cada vez más es una secuencia que al menos a mí se me repite mil veces en la mente en todo el largo camino de vuelta a casa. Y mirar a la izquierda en el colectivo también es un autoflagelo, ver el atardecer, el día que se va, y... ¿cuándo pasó?Y cuando llego a casa, como en cámara lenta, y me siento a tratar de distraer mis pensamientos, no logro pensar en otra cosa que en él, en cómo estará, en el día que pasó casi volando, y de golpe se me vienen a la mente los 30.000 desaparecidos que dieron su vida por este país. Nunca tuve una opinión de las cárceles distinta a la que tengo hoy, siempre pensé que eran un aparato más de dominación del Estado, pero creo que necesité el sacudón de vivir una historia en Coronda en carne propia para empezar a tomarlo mucho pero mucho más en serio. Y me pregunto cuántos desaparecidos más vamos a dejar pasar. Julio López no es el único desaparecido de la democracia. Los 30.000 son héroes, sin dudas, mártires de la lucha por una Argentina y un mundo mejor, pero no nos olvidemos de los presos, muertos, torturados y desaparecidos de hoy, los presos de un sistema que necesita cárceles llenas de pobres, que las utiliza como lugar de dominación, de exclusión y hasta de exterminio de personas. No hay que ser ingenuos, las cárceles no tienen las características que tienen por casualidad. Son funcionales a un sistema político, social y económico que es el mismo que hambrea al pueblo, que lo deja sin posibilidades de educación y trabajo, y que finalmente los deposita ahí adentro para pudrirlos en vida. Al final, cuánta razón tenían Los Redondos cuando decían que todo preso es político".