miércoles, 6 de febrero de 2008

Había una vez...

Dicen que para conocer el presente no hay nada mejor que caminar el ayer. Este y otros comentarios se desprendían de los jugosos talleres que llevamos adelante con -Tato- “un querido profesor de historia” de la Ciudad corondina, a quien le pedimos que nos describa un poco el comienzo de la Cárcel “Modelo”

En Agosto de 1933, se habilitó en la periferia sur de nuestra localidad, una de las Instituciones que más influencia ejerció sobre la construcción de nuestra identidad local. La “Penitenciaria”, significó un punto de inflexión, que modificó diferentes aspectos de la vida corondina, especialmente, en el plano sociocultural.
Ahondando en su historia institucional, podemos advertir, la significatición que tuvo el calificativo “Modelo”, que identificó o identifica a la misma. Al erigirse en ejemplo a seguir por las instituciones penales de la provincia, garantizó la permanencia y aplicación de diferentes prácticas disciplinarias, sobre un conjunto social muy heterogéneo de penados, e incluso guardiacarceles; a quienes el contexto histórico construido por la primera Gran Crisis Económica del Capitalismo, en el siglo XX, les negaba otras alternativas.
La Comunidad de Obreros Penitenciarios y los cientos de Penados Obreros, que tejieron parte de la historia de la “Cárcel Fábrica Modeladora” de Coronda, fueron durante años, víctimas de micro y macro violencias, presiones y coacciones de diferente calibre; implementadas desde el “poder” para transformar a seres indisciplinados, con hábitos y costumbres inmorales, antisociales, en hombres Modelos: Modelos de Trabajadores Penitenciarios y Modelos de Penados, futuros hombres ejemplares.
Los más vulnerables, el grupo de condenados, estuvo sometido a formas tradicionales de disciplina penitenciaria, nacidas en el siglo XIX, época de Cárceles Miseria, Depósitos, Aguantederos; basadas en el paternalismo, el sistema de premios y castigos. La férrea disciplina contemplaba la mano dura como el correctivo más eficaz, para combatir las deformaciones morales. La mano dura, cristalizada en un variado menú de castigos físicos, se aplicó sistemáticamente a los penados que se solidarizaban con los compañeros castigados por reclamar ante injusticias domésticas, como por ejemplo, hablar mucho y trabajar poco (en los talleres), protestar por la comida que se les servía, jugar a la bolita o taba en los patios de recreo, entre muchas otras. La mínima trasgresión de las leyes internas, ponía en escena a los castigos (prohibiciones varias y aislamiento, las más importantes), que tenían como objetivo, “Educar” al penitente (con el plus aportado por el trabajo en los talleres, la Iglesia y la Escuela Primaria de la unidad penal). Anular las actitudes desobedientes era lo importante, favorecer el “amansamiento”, la docilidad de los penados para que, una vez en libertad se comportaran como hombres ejemplares.
Entre otras causas, la cárcel de Coronda, se constituyo a partir de 1933, únicamente, en un tipo modélico de edificio carcelario, en paradigma de la arquitectura penal (por su equipamiento material: celdas unipersonales, grandes talleres y granja, hospital, sala de teatro, escuela e iglesia, etc). Fuera de lo exclusivamente arquitectónico, la “Cárcel Modelo” de Coronda, fue una más de las ya existentes en la provincia, ya que en materia de los “tratamientos”, la “terapéutica” aplicada al penado para resocializarlo, no se produjeron innovaciones; permanecieron vigentes la mayoría de las prácticas punitivas del siglo XIX, las mismas que se empleaban en las cárceles de Rosario y Santa Fe.
Pof. Hiram Dip.