sábado, 21 de febrero de 2009

Vale la pena.



Por: Elvio Molaro

Podrás tener mil estallidos en tu mente, cuando la luz se convierta en oscuridad, los aullidos de tus remordimientos te dirán que no sirves, que jamás serás el mismo. Sentirás que tu ego gime de bronca porque la lejanía hace la diferencia. Hasta podrás llorar como un fantoche sin su circo, sin aquel enano que le fluye alegrías. Todo podrá pasarte, sin lugar a duda, pero tené en cuenta esto: vale la pena.

Podrás admitir tus fracasos, tus derrotas, quizás te inclines a la melancolía y el bajón te invite un trago amargo, mezcla de recuerdos, de sinsabores y desamor. Sí, todo es posible no lo dudes, tal vez tu nostalgia será tu fiel amiga, tu aliada, la compañera de tantas noches de llantos reprimidos, de tu insomnio, del querer y no poder, del porqué, pero es así, sin respuesta, pero te lo aseguro igual vale la pena.

Buscarás en el manantial de tu copa y no verás la imagen de tu amada, que vaya a saber porqué no está, aunque viva en tu corazón. Sentirás sensaciones vagas y sosas y no sabrás que condimento le falto a esta porción. Estas y ciertas cosas más cursarán por tu mente dilatada, agobiada por el presente, por el pasado. Pero aún mucho más por no tener un futuro cierto, hasta la incertidumbre te vendrá a golpear la puerta aunque no le abras ni le contestes. Te parecerá loco, pero vale la pena.

No te ofendas, yo no lo pretendo, tal vez veas el cielo sin estrellas, un medio día sin sol o una noche sin luna, te parecerá raro, pero puede sucederte. Qué distinto te será un jardín sin colores, una carta sin remitente, un “te amo” del silencio y un beso del viento, créelo te puede suceder como a mí. Quizás intentes soñar despierto que las montañas y los valles bailan la más bonita melodía. Y si notaras que se olvidaron los pasos, no reniegues de eso, recuerda que nosotros siendo humanos, tenemos olvidos, pero que nada te perturbe, escúchalo otra vez: vale la pena.

No te enfades, te diré porque vale la pena, después de tener y sentir todo lo nombrado, llegó el momento de regresar a mi hogar. Si hubieras visto qué emocionante fue, a vos también te hubiera corrido una lágrima por la mejilla. Volver al entorno familiar, recibir los abrazos más puros y cálidos, palpar el afecto de aquellos que estaban lejos, como de esos que también por casualidad pasaban y era la mejor manera de decir – sin hablar- “perdón por olvidarte”. Pero ya no interesa, cómo podría interesar después de leer y ver una canastilla hecha de papel por tu hija, llena de caramelos baratos pero los más caro para el corazón y una tarjeta que decía “Bienvenido a casa, Papá te amo”, que todavía mis retinas guardan. Te lo pido con el alma, hacé las cosas bien de ahora en adelante, no te pierdas lo sublime de un momento así.

Sabés una cosa, sólo fueron dos horas, nada más, que fui a casa. Quizás cuando salga veinticuatro horas, después te cuento que ocurrió.

¿Y vos que opinás? ¿Vale o no vale la pena?