lunes, 29 de noviembre de 2010

Desde alguna prisión del país


Adivina Adivinador...

"Cállese la boca. Usted no está aquí para hablar. Usted no tiene Derechos. Parece bien. ?dónde cree que está? esta es la cárcel. ?me escuchó? Recuérdelo siempre, porque yo estoy aquí para recordarselo cuando usted se olvide. Usted no existe. Usted ya no sirve para nada, será siempre una mierda... y afeitese, no me importa cómo lo haga"

Aun resuenan estas palabras en la cabeza de Samuel que volvía al pabellón con una expresión de incertidumbre en su rostro. No podía entender cómo le exigían que se afeite si no le daban la máquina para hacerlo. Vino hasta mi celda y me preguntó sino tenía una maquinita que ya no usase para prestarle, pues sino se afeitaba lo “sancionarían”. Esta es la palabra que utilizan para disfrazar el castigo, que consiste en llevarte a una celda de aislamiento en la que te encierran por unos días, solo. En la celda de “castigo” no hay nada más que un colchón de estopa, lleno de humedad y suciedad, una frazada que carga con la transpiración de todos los que han dormido con ella y una botella, en la que uno debe orinar y que vacía cuando puede. Las hojas de diario se utilizan para ponerlas en el piso y defecar; luego se arrojan por la ventana hacia el callejón. Cuando uno está castigado intenta dormir la mayor parte del tiempo, pues no tiene otra cosa para hacer; la celda es muy pequeña, de dos metros por apenas unos ochenta centímetros. El lugar donde se “duerme” parece un nicho, de hecho así se le llama dentro del penal. Pero lo más duro de los días allí es la soledad, la más absoluta soledad y el más abrumador y espantoso silencio. Ese silencio que hace que uno acepte la incertidumbre y el desconcierto que representa estar vivo.

Como el caso de Samuel, a quien le exigen afeitarse pero no le dan la maquinita para que lo pueda hacer. Es en estas contradicciones en las que uno se pregunta, de una manera cíclica, para qué carajo está aquí. -Ojo, pregunto para qué y no por qué; la aclaración es para evitar malos entendidos-. Se supone que estoy aquí para que la institución penitenciaria me enseñe a respetar las leyes, me reeduque y me resociabilize para la vida en sociedad. Pregunto: ¿Cómo puede ser esto posible si la institución es la primera en no cumplir la ley? Una pregunta histórica y que a muchos no le interesa resolver. Mientras tanto Samuel tendrá que ingeniárselas para no tener que terminar en la celda de castigo y que esto le afecte en su tratamiento penitenciario. Conviviendo entre una practica represiva y una teoría correctiva.

Lo mire a Samuel con mucha atención. Tenía que decidir entre darle una maquinita y seguir siendo cómplice de la absurdez más atroz o dejar que mi compañero tuviera que seguir vagando, de celda en celda, para conseguir una maquinita, aunque sea usada. Tomé una maquinita nueva, lo miré, le sonreí y la puse en su mano. Mañana sería otro día y encontraríamos una nueva adivinanza por descifrar para evitar la celda de castigo.