Vida: periodo de tiempo que transcurre, desde el momento de nacer, hasta el momento de morir.
Dar la vida: morir defendiendo una causa considerada justa.
Podemos describir con innumerables palabras, el concepto “Vida”, pero seguramente no será el mismo que tenían de ella, tantos compañeros que eligieron en un determinado momento vivirla a cada instante, solamente con el objetivo principal, de dignificar la de sus semejantes.
Interminable es la lista de compañeros santafesinos, que han ofrendado las suyas en pos de utopías de igualdad, justicia social, educación, salud; un mundo mejor…como tantas son las lágrimas que aún lloran su ausencia.
Desde Ciudad Interna, queremos humildemente homenajear a dos pequeños gigantes de esta jungla, cuyas muertes aún impunes, no fueron en vano, porque su legado de lucha y solidaridad, nos acompañará eternamente, en cada batalla que emprendamos en contra de las injusticias que se cometan sobre los indefensos y excluidos de este perverso sistema.
Sandra Cabrera. Presente. Ahora y siempre!
Sebastián Verdura. Presente. Ahora y siempre!
Sandra Cabrera
Nació en la provincia de San Juan en 1970.
En 1994, se radicó en Rosario y allí comenzó con su militancia sindical en la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar), del cual llegó a ser secretaria general de la delegación Rosario.
Su militancia sindical se caracterizó por la lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales, y por las denuncias por corrupción de integrantes de la Policía, lo que le ocasionó constantes amenazas a su integridad física y a la de su hija Macarena.
También luchaba desde el sindicato por el reconocimiento de su personería por el Estado y la organización de una obra social. También presentó un proyecto para la derogación del Código de Faltas de la provincia de Santa Fe.
Fue muy reconocida por sus pares por su compromiso social. Hacia fines de 2001, durante la crisis en que ingresó la economía argentina, Sandra Cabrera gestionó la entrega de cajas de alimentos para sus compañeras porque, según afirmó el 24 de diciembre de 2001, "Había muchas compañeras que no tenían nada para comer". Al repartirse los alimentos desde las 8 hasta las 22, no pudo festejar la Navidad con su hija pero recordaba que ella le había dicho "que me quedara tranquila, porque gracias a lo que habíamos hecho el día anterior muchas compañeras habían tenido con que festejar".
Trabajó, además, por la prevención del contagio del HIV.
Cabrera continuó denunciado casos de corrupción ante la justicia y las autoridades policiales y aunque muchas veces las denuncias eran archivadas sus acciones resultaron en la separación de sus funciones de algunos policías y la disolución del aparato mafioso-represivo de la policía provincial de "Moralidad Pública".
En noviembre de 2003 hizo la denuncia de amenazas contra ella y su hija ante la seccional Rosario de la Asociación de Trabajadores del Estado.
A partir de ese momento, a Cabrera se le dio custodia policial en su domicilio pero las amenazas no cesaron. El hostigamiento continuó, y en diciembre de 2003 fue golpeada dentro de su domicilio con la custodia policial en la puerta.
Sandra Cabrera murió asesinada con un tiro de 9 mm, en la nuca, el 27 de enero de 2004. Le habían advertido que cesara con sus denuncias.
Por su muerte, quedó imputado y detenido Diego Parvlusik, oficial inspector de la Policía Federal en Rosario. Después del asesinato, un pasacalle ubicado frente a la calle Córdoba decía “Sandra, tus compañeras vamos a seguir con la lucha”.
Gastón Sebastián Verdura
Tenía 28 años y era oriundo de Villa Constitución.
Al momento de su muerte estaba bajo trámite judicial, pero antes había sido declarado inimputable.
Estando alojado en el ya desaparecido pabellón psiquiátrico del penal corondino, lugar conocido popularmente como el Corralito fué trasladado a la Colonia Psiquiátrica de Oliveros por un "nuevo dispositivo especial de seguridad" ; lugar del que jamás más regresó.
Según fuentes policiales, el muchacho se había colgado de la reja de una ventana mediante una sábana enroscada en el cuello. Para cuando los enfermeros lo descubrieron el paciente ya había fallecido.
Sebastián había denunciado críticamente las injusticias cometidas por el sistema opresor de la cárcel y la abolición del Corralito.
Tenia la idea de jugarse todo, arriesgar la vida, poner el cuerpo además del corazón y las ideas, característica exclusiva de este tipo de militancia, ya que aquella que es funcional a las ideas dominantes, aquella que las avala y reproduce directa o indirectamente, difícilmente sea reprimida.
Verdura hizo oír su voz, desde adentro de la cárcel, y eso no le fue fácil porque no siempre encontró los medios de denuncia que trasciendan las fronteras institucionales, y sus gritos muchas veces quedaron ahogados por los muros.
Por eso es tan valioso que exista un espacio que pueda ser canal para que las voces se escuchen mucho más fuerte y el exterior sepa qué es lo que está pasando con las personas ahí adentro.
Quienes militan desde "adentro", se encuentran con obstáculos aún mayores que quienes se encuentran en libertad.
Es tener al enemigo en casa, convivir con él, no poder tomar distancia ni determinadas precauciones porque no se goza de libertad física para hacerlo.
Y es en esas circunstancias cuando cada palabra que se pronuncia, cada movimiento, cada denuncia, cada acción, se pone en juego la propia vida.
Eso es lo que pasa diariamente en Coronda, es luchar cotidianamente por vivir, y a la vez entregar un poco de vida cada día en la lucha por la libertad.
Esa es la entrega que siempre caracterizó la lucha de los compañeros Carlitos y Verdura, quienes fueron capaces, aún en las condiciones más denigrantes e inhumanas, de denunciar el padecimiento al que estaban sometidos, y comprometerse en la lucha por el cierre de ese antro de tortura y muerte denominado "Corralito".
Se animaron a denunciar en público los vejámenes a los que estaban siendo sometidos, no tuvieron miedo ante el monóxido de carbono y las llamas, se jugaron todo en el convencimiento de que ningún ser humano puede ser sometido arbitrariamente a condiciones de vida como las que ellos toleraban.
Cuando el "Corralito" fue cerrado, jamás se reconoció el esfuerzo de estos dos compañeros que se comprometieron en esa causa, pero creemos que el reconocimiento más importante y más justo que se les puede hacer, es mantenerlos vivos en nuestra memoria.
Las versiones oficiales indicaron a la hora de su muerte, caso de "suicidio", pero quienes conocimos a “Verdura” no creemos esa hipótesis, no creemos que nuestro compañero haya sido capaz de quitarse la vida…él la amaba.
Este descreimiento también se basa en la existencia de conflictos previos con el personal de la institución donde se encontraba.
Éste hecho, como tantos otros que denunciamos diariamente, es una muestra más de la ineficiencia y sobre todo la inhumanidad de las instituciones que brindan respuestas de carácter represivo o pseudo "terapéutico" a cuestiones de carácter social.
La mejor manera de mantener vivo el recuerdo de este compañero es reivindicar y, sobre todo, continuar con las luchas por las que él realmente se jugó la vida.
Dar la vida: morir defendiendo una causa considerada justa.
Podemos describir con innumerables palabras, el concepto “Vida”, pero seguramente no será el mismo que tenían de ella, tantos compañeros que eligieron en un determinado momento vivirla a cada instante, solamente con el objetivo principal, de dignificar la de sus semejantes.
Interminable es la lista de compañeros santafesinos, que han ofrendado las suyas en pos de utopías de igualdad, justicia social, educación, salud; un mundo mejor…como tantas son las lágrimas que aún lloran su ausencia.
Desde Ciudad Interna, queremos humildemente homenajear a dos pequeños gigantes de esta jungla, cuyas muertes aún impunes, no fueron en vano, porque su legado de lucha y solidaridad, nos acompañará eternamente, en cada batalla que emprendamos en contra de las injusticias que se cometan sobre los indefensos y excluidos de este perverso sistema.
Sandra Cabrera. Presente. Ahora y siempre!
Sebastián Verdura. Presente. Ahora y siempre!
Sandra Cabrera
Nació en la provincia de San Juan en 1970.
En 1994, se radicó en Rosario y allí comenzó con su militancia sindical en la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar), del cual llegó a ser secretaria general de la delegación Rosario.
Su militancia sindical se caracterizó por la lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales, y por las denuncias por corrupción de integrantes de la Policía, lo que le ocasionó constantes amenazas a su integridad física y a la de su hija Macarena.
También luchaba desde el sindicato por el reconocimiento de su personería por el Estado y la organización de una obra social. También presentó un proyecto para la derogación del Código de Faltas de la provincia de Santa Fe.
Fue muy reconocida por sus pares por su compromiso social. Hacia fines de 2001, durante la crisis en que ingresó la economía argentina, Sandra Cabrera gestionó la entrega de cajas de alimentos para sus compañeras porque, según afirmó el 24 de diciembre de 2001, "Había muchas compañeras que no tenían nada para comer". Al repartirse los alimentos desde las 8 hasta las 22, no pudo festejar la Navidad con su hija pero recordaba que ella le había dicho "que me quedara tranquila, porque gracias a lo que habíamos hecho el día anterior muchas compañeras habían tenido con que festejar".
Trabajó, además, por la prevención del contagio del HIV.
Cabrera continuó denunciado casos de corrupción ante la justicia y las autoridades policiales y aunque muchas veces las denuncias eran archivadas sus acciones resultaron en la separación de sus funciones de algunos policías y la disolución del aparato mafioso-represivo de la policía provincial de "Moralidad Pública".
En noviembre de 2003 hizo la denuncia de amenazas contra ella y su hija ante la seccional Rosario de la Asociación de Trabajadores del Estado.
A partir de ese momento, a Cabrera se le dio custodia policial en su domicilio pero las amenazas no cesaron. El hostigamiento continuó, y en diciembre de 2003 fue golpeada dentro de su domicilio con la custodia policial en la puerta.
Sandra Cabrera murió asesinada con un tiro de 9 mm, en la nuca, el 27 de enero de 2004. Le habían advertido que cesara con sus denuncias.
Por su muerte, quedó imputado y detenido Diego Parvlusik, oficial inspector de la Policía Federal en Rosario. Después del asesinato, un pasacalle ubicado frente a la calle Córdoba decía “Sandra, tus compañeras vamos a seguir con la lucha”.
Gastón Sebastián Verdura
Tenía 28 años y era oriundo de Villa Constitución.
Al momento de su muerte estaba bajo trámite judicial, pero antes había sido declarado inimputable.
Estando alojado en el ya desaparecido pabellón psiquiátrico del penal corondino, lugar conocido popularmente como el Corralito fué trasladado a la Colonia Psiquiátrica de Oliveros por un "nuevo dispositivo especial de seguridad" ; lugar del que jamás más regresó.
Según fuentes policiales, el muchacho se había colgado de la reja de una ventana mediante una sábana enroscada en el cuello. Para cuando los enfermeros lo descubrieron el paciente ya había fallecido.
Sebastián había denunciado críticamente las injusticias cometidas por el sistema opresor de la cárcel y la abolición del Corralito.
Tenia la idea de jugarse todo, arriesgar la vida, poner el cuerpo además del corazón y las ideas, característica exclusiva de este tipo de militancia, ya que aquella que es funcional a las ideas dominantes, aquella que las avala y reproduce directa o indirectamente, difícilmente sea reprimida.
Verdura hizo oír su voz, desde adentro de la cárcel, y eso no le fue fácil porque no siempre encontró los medios de denuncia que trasciendan las fronteras institucionales, y sus gritos muchas veces quedaron ahogados por los muros.
Por eso es tan valioso que exista un espacio que pueda ser canal para que las voces se escuchen mucho más fuerte y el exterior sepa qué es lo que está pasando con las personas ahí adentro.
Quienes militan desde "adentro", se encuentran con obstáculos aún mayores que quienes se encuentran en libertad.
Es tener al enemigo en casa, convivir con él, no poder tomar distancia ni determinadas precauciones porque no se goza de libertad física para hacerlo.
Y es en esas circunstancias cuando cada palabra que se pronuncia, cada movimiento, cada denuncia, cada acción, se pone en juego la propia vida.
Eso es lo que pasa diariamente en Coronda, es luchar cotidianamente por vivir, y a la vez entregar un poco de vida cada día en la lucha por la libertad.
Esa es la entrega que siempre caracterizó la lucha de los compañeros Carlitos y Verdura, quienes fueron capaces, aún en las condiciones más denigrantes e inhumanas, de denunciar el padecimiento al que estaban sometidos, y comprometerse en la lucha por el cierre de ese antro de tortura y muerte denominado "Corralito".
Se animaron a denunciar en público los vejámenes a los que estaban siendo sometidos, no tuvieron miedo ante el monóxido de carbono y las llamas, se jugaron todo en el convencimiento de que ningún ser humano puede ser sometido arbitrariamente a condiciones de vida como las que ellos toleraban.
Cuando el "Corralito" fue cerrado, jamás se reconoció el esfuerzo de estos dos compañeros que se comprometieron en esa causa, pero creemos que el reconocimiento más importante y más justo que se les puede hacer, es mantenerlos vivos en nuestra memoria.
Las versiones oficiales indicaron a la hora de su muerte, caso de "suicidio", pero quienes conocimos a “Verdura” no creemos esa hipótesis, no creemos que nuestro compañero haya sido capaz de quitarse la vida…él la amaba.
Este descreimiento también se basa en la existencia de conflictos previos con el personal de la institución donde se encontraba.
Éste hecho, como tantos otros que denunciamos diariamente, es una muestra más de la ineficiencia y sobre todo la inhumanidad de las instituciones que brindan respuestas de carácter represivo o pseudo "terapéutico" a cuestiones de carácter social.
La mejor manera de mantener vivo el recuerdo de este compañero es reivindicar y, sobre todo, continuar con las luchas por las que él realmente se jugó la vida.