El agravamiento ilegal que sufren en la actualidad en nuestro pueblo más de 20 mil niños, niñas y jóvenes privados de libertad no se asemeja a las infamias mas atroces cometidas contra menores en estado de cárcel en toda la historia de nuestro país.
Por Lumila
Para encarar la problemática de los menores en estado de cárcel o en relación con el delito, son innumerables las aristas a tener en cuenta, si se quiere hacer un análisis mínimanente serio y sin hipocresías. Hay que tener en cuenta cuestiones tan básicas como los derechos humanos y los derechos del niño, como la educación, el trabajo, la marginalidad y la violencia; y condiciones macroestructurales como el capitalismo, el neoliberalismo, los aparatos ideológicos y represivos del Estado. Tengamos en cuenta que la situación carcelaria es una de las deudas sociales más importantes de la democracia.
Es singular (pero no sorprende) como los medios de comunicación y la sociedad en general tratan la relación de los menores con el delito, cómo se discuten temas como la baja de la edad de imputabilidad o la aplicación de leyes más duras frente al delito cometido por menores, sin discutir una política que dé a los niños y adolescentes posibilidades reales de romper con esa continuidad en la vida del pobre que a veces, y lamentablemente, parece casi inexorable. Hablo de una política integral de derechos humanos... sí, derechos humanos no es solamente descolgar el cuadro de Videla de la ESMA, aún con todo lo que significa ese gesto. Derechos humanos es mucho más, es abarcar en una mirada todos los aspectos que hacen a una vida digna, y que además cumplen la utilidad social de prevenir el delito mucho más que un patrullero parado en cada esquina. Igualdad en el acceso a una educación pública de calidad que forme en cultura, en razonamiento y en valores; trabajo digno con salario digno; acceso a la posibilidad de disfrute de actividades recreativas; acceso igualitario a una correcta y oportuna atención de la salud; acceso a la vivienda digna... ¿qué mejor forma de evitar el delito que brindando igualdad de oportunidades? ¿O todavía no aprendemos que lo que genera más violencia no es la pobreza, sino la desigualdad?
Por supuesto, el camino se hace cuesta arriba, porque existe un modelo económico y social enquistado en el poder, para el que las prioridades evidentemente son otras. Es la sociedad del predominio de la lógica del capital, de la acumulación, del individualismo, a la que hay que oponerle una nueva lógica, una lógica de prevalencia del valor del ser humano por sobre todas las cosas, una lógica humanista. Pero no esa lógica humanista tan bien definida por el imperativo de “amar a tu enemigo”, ese humanismo que implica debilidad y sumisión y que niega la lucha de clases. Me refiero a un humanismo revolucionario como el que predicaba y practicaba el Che, de negación de la opresión y de construcción de un hombre nuevo.
Pero como esto no se gesta de la noche a la mañana ni por decreto, es necesario urgentemente discutir, dentro de las condiciones del "hoy", muchas cuestiones acerca de la situación de los menores que, por no estar dentro de una red articulada de contención social, cometen un delito. No pretendo hacer un análisis exhaustivo porque no soy experta en el tema ni mucho menos, pero sí quiero marcar algunas posiciones.
En primer lugar, considero que el encierro de menores es un despropósito, y si en un adulto la prisión tiene efectos devastadores, en un menor el daño se potencia al extremo, justamente por su condición. Otra cuestión: parece que todavía no se termina de entender que la supuesta función de la prisión debe ser la reinserción social y no el castigo de la persona. Por esa concepción errónea de la función de la prisionalización es que el encierro tiende a hermetizarse, se niega el contacto con el exterior, no se tiene en cuenta que cuantos más lazos rompa el preso con la vida del "afuera", menos posibilidades tendrá luego de restaurar sus relaciones sociales y laborales, y por lo tanto es más probable que se produzca la reincidencia. Es casi matemático, pero parece que nadie se da cuenta o a nadie le importa, y menos a quienes tienen el poder de cambiar la situación. Y parece que no se hace el esfuerzo necesario para poner en juego todos los mecanismos necesarios para evitar llegar a la instancia del encarcelamiento. Se privilegia ante cualquier otro el recurso del encierro para resolver las problemáticas de carácter social, violándose específicamente en el caso de los menores la legislación internacional sobre los derechos del niño, que establece que "Ningún niño sea sometido a torturas ni a otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes", que "Todo niño privado de libertad sea tratado con la humanidad y el respeto que merece la dignidad inherente a la persona humana, y de manera que se tengan en cuenta las necesidades de las personas de su edad", y que "Se dispondrá de diversas medidas, tales como el cuidado, las órdenes de orientación y supervisión, el asesoramiento, la libertad vigilada, la colocación en hogares de guarda, los programas de enseñanza y formación profesional, así como otras posibilidades alternativas a la internación en instituciones, para asegurar que los niños sean tratados de manera apropiada para su bienestar"... Si no fuera tan triste, podría causar gracia este brutal desfasaje entre el derecho y la realidad. Encarcelar a un menor es coartar sus posibilidades presentes y futuras. Es quitarle posibilidad de educación hoy, y de trabajo mañana. Es quitarle posibilidades de recreación hoy, y de salud mañana. Es condenarlo a un transitar casi ineludible por centros de detención durante los años más productivos de la vida de un ser humano.
Propongo un gesto de voluntad política que demuestre que la educación, el trabajo, la contención, el deporte, la vivienda habitable, la alimentación, los lazos sociales fuertes y consolidados son la mejor manera de alejar al niño y al adolescente del delito. Un gesto que rompa con el discurso de la mano dura como la mejor solución a la "inseguridad ciudadana". Que explote las potencialidades físicas, intelectuales y creativas que tiene el joven por naturaleza y que de esta manera se lo prepare y oriente para llevar adelante la vida digna que todo ser humano merece vivir.
Por Lumila
Para encarar la problemática de los menores en estado de cárcel o en relación con el delito, son innumerables las aristas a tener en cuenta, si se quiere hacer un análisis mínimanente serio y sin hipocresías. Hay que tener en cuenta cuestiones tan básicas como los derechos humanos y los derechos del niño, como la educación, el trabajo, la marginalidad y la violencia; y condiciones macroestructurales como el capitalismo, el neoliberalismo, los aparatos ideológicos y represivos del Estado. Tengamos en cuenta que la situación carcelaria es una de las deudas sociales más importantes de la democracia.
Es singular (pero no sorprende) como los medios de comunicación y la sociedad en general tratan la relación de los menores con el delito, cómo se discuten temas como la baja de la edad de imputabilidad o la aplicación de leyes más duras frente al delito cometido por menores, sin discutir una política que dé a los niños y adolescentes posibilidades reales de romper con esa continuidad en la vida del pobre que a veces, y lamentablemente, parece casi inexorable. Hablo de una política integral de derechos humanos... sí, derechos humanos no es solamente descolgar el cuadro de Videla de la ESMA, aún con todo lo que significa ese gesto. Derechos humanos es mucho más, es abarcar en una mirada todos los aspectos que hacen a una vida digna, y que además cumplen la utilidad social de prevenir el delito mucho más que un patrullero parado en cada esquina. Igualdad en el acceso a una educación pública de calidad que forme en cultura, en razonamiento y en valores; trabajo digno con salario digno; acceso a la posibilidad de disfrute de actividades recreativas; acceso igualitario a una correcta y oportuna atención de la salud; acceso a la vivienda digna... ¿qué mejor forma de evitar el delito que brindando igualdad de oportunidades? ¿O todavía no aprendemos que lo que genera más violencia no es la pobreza, sino la desigualdad?
Por supuesto, el camino se hace cuesta arriba, porque existe un modelo económico y social enquistado en el poder, para el que las prioridades evidentemente son otras. Es la sociedad del predominio de la lógica del capital, de la acumulación, del individualismo, a la que hay que oponerle una nueva lógica, una lógica de prevalencia del valor del ser humano por sobre todas las cosas, una lógica humanista. Pero no esa lógica humanista tan bien definida por el imperativo de “amar a tu enemigo”, ese humanismo que implica debilidad y sumisión y que niega la lucha de clases. Me refiero a un humanismo revolucionario como el que predicaba y practicaba el Che, de negación de la opresión y de construcción de un hombre nuevo.
Pero como esto no se gesta de la noche a la mañana ni por decreto, es necesario urgentemente discutir, dentro de las condiciones del "hoy", muchas cuestiones acerca de la situación de los menores que, por no estar dentro de una red articulada de contención social, cometen un delito. No pretendo hacer un análisis exhaustivo porque no soy experta en el tema ni mucho menos, pero sí quiero marcar algunas posiciones.
En primer lugar, considero que el encierro de menores es un despropósito, y si en un adulto la prisión tiene efectos devastadores, en un menor el daño se potencia al extremo, justamente por su condición. Otra cuestión: parece que todavía no se termina de entender que la supuesta función de la prisión debe ser la reinserción social y no el castigo de la persona. Por esa concepción errónea de la función de la prisionalización es que el encierro tiende a hermetizarse, se niega el contacto con el exterior, no se tiene en cuenta que cuantos más lazos rompa el preso con la vida del "afuera", menos posibilidades tendrá luego de restaurar sus relaciones sociales y laborales, y por lo tanto es más probable que se produzca la reincidencia. Es casi matemático, pero parece que nadie se da cuenta o a nadie le importa, y menos a quienes tienen el poder de cambiar la situación. Y parece que no se hace el esfuerzo necesario para poner en juego todos los mecanismos necesarios para evitar llegar a la instancia del encarcelamiento. Se privilegia ante cualquier otro el recurso del encierro para resolver las problemáticas de carácter social, violándose específicamente en el caso de los menores la legislación internacional sobre los derechos del niño, que establece que "Ningún niño sea sometido a torturas ni a otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes", que "Todo niño privado de libertad sea tratado con la humanidad y el respeto que merece la dignidad inherente a la persona humana, y de manera que se tengan en cuenta las necesidades de las personas de su edad", y que "Se dispondrá de diversas medidas, tales como el cuidado, las órdenes de orientación y supervisión, el asesoramiento, la libertad vigilada, la colocación en hogares de guarda, los programas de enseñanza y formación profesional, así como otras posibilidades alternativas a la internación en instituciones, para asegurar que los niños sean tratados de manera apropiada para su bienestar"... Si no fuera tan triste, podría causar gracia este brutal desfasaje entre el derecho y la realidad. Encarcelar a un menor es coartar sus posibilidades presentes y futuras. Es quitarle posibilidad de educación hoy, y de trabajo mañana. Es quitarle posibilidades de recreación hoy, y de salud mañana. Es condenarlo a un transitar casi ineludible por centros de detención durante los años más productivos de la vida de un ser humano.
Propongo un gesto de voluntad política que demuestre que la educación, el trabajo, la contención, el deporte, la vivienda habitable, la alimentación, los lazos sociales fuertes y consolidados son la mejor manera de alejar al niño y al adolescente del delito. Un gesto que rompa con el discurso de la mano dura como la mejor solución a la "inseguridad ciudadana". Que explote las potencialidades físicas, intelectuales y creativas que tiene el joven por naturaleza y que de esta manera se lo prepare y oriente para llevar adelante la vida digna que todo ser humano merece vivir.