miércoles, 11 de julio de 2007

DIFERENCIAS

Carlos Trevizán

Los chicos de la calle en Rosario, como en otras tantas ciudades de nuestro país, se exponen a grandes riesgos. Muchas veces los gobernantes, como la comunidad misma, prefieren ignorarlo como todo buen argentino.
Recorriendo las calles, se puede observar cantidad de criaturas vagando por algunas galerías céntricas, vagones ferroviarios, plazas o la esquina de algún semáforo. Quién no escucho alguna vez. ¿No tendría una monedita por favor? Por estar sucio muchas veces nuestra sociedad piensa que son monstruos e incorregibles, ignorando que al excluirlos generan futuros delincuentes.
Los pequeños caminantes, tienen que enfrentarse a todo tipo de vejaciones por parte de explotadores, que en su mayoría visten trajes elegantes y coches caros. Uno piensa que es una persona decente que sólo deambula por una plaza, y en realidad, está buscando a una criatura con hambre para ofrecerle dinero a cambio de un rato de sexo.
En Rosario se pueden encontrar montones de lugares donde frecuentan homosexuales, el parque independencia, la ex plaza Pinasco, Sarmiento, la terminal de ómnibus o la plaza López, por nombrar alguno de los sitios donde operan estos degenerados.
Los pibes de la calle no pueden pararse a mirar las vidrieras, porque estos están siempre al asecho viendo a que criaturas pueden robarle la inocencia, sometiéndolas a cosas feas, tanto físicas como morales.
De eso nadie quiere darse cuenta y prefieren mirar para otro lado, ya que para las instituciones policiales los pibes de la calle, son el complemento justo para cubrir su suciedad e inoperancia. Ante la ausencia de culpables en hechos delictivos, sólo les basta con recorrer los lugares nombrados para obtener los autores. Tras someterlos a una feroz paliza lo hacen cargo de lo que se les ocurra, dejándolos a merced de algún juez de menores que los deriva a institutos correccionales, donde lo único que aprenden es a delinquir•