El derecho a la salud dentro de las prisiones santafesina ha venido siendo violentado a lo largo de los años por los profesionales que ejercen esta disciplina en los lugares de encierro. Como ejemplo solo tenemos que retroceder en el tiempo un par de años para recordar el caso de los medicamentos “apócrifos” –truchos- que estos profesionales les suministraban a los detenidos. Y si queremos citar un caso actual solo basta con hacer referencia a la pastilla milagrosa con la cual tratan la mayoría de los males de sus pacientes “El Piroxican”. Que si bien es un buen analgésico, en otro países a sido sustituido por los desfavorables efectos colaterales que ocasiones ha sido el causante de muerte.
Como si esto fuera poco a ello se le suma la mala disposición de los empleados penitenciarios a cargo de los diferentes pabellones que son los encargados de llevar a la enfermería a los compañeros cuando sufren alguna dolencia.
En la mayoría de los casos cuando alguien recurre a ellos para solicitar que se lo traslade a enfermería solo obtiene como respuesta agresiones verbales de parte de los uniformados. Esto por lógica consecuencia produce una reacción generando situaciones de violencia tras los insultos que empeoran aun más la salud de quienes reclaman por ella. Los celadores ignoran la misión social a cumplir, convirtiéndola en una batalla de insultos entre carceleros y detenidos. Insultos por el dolor que nos provocan con sus soberbias y abuso de autoridad y por no saber tratar con respeto a personas que cumplen una pena privativa de libertad.
El día 15 de Marzo de 2010, ocurrió un desorden en pabellón seis norte, el cual está a cargo de los pastores evangelistas. Los que generaron el incidente fueron los efectivos penitenciarias apostadlos en el lugar puesto que los compañeros se acercaron al portón de ingreso para solicitar atención a un compañero que se encontraba en estado de crisis padeciendo convulsiones debido a que es un enfermo epiléptico. Pero lo único que recibieron de parte de los celadores fueron mal tratos verbales.
En este caso se trataba del compañero Carlos César Paez, quien desde hace varios años sufre una aguda epilepsia, la cual le provoca severos ataques convulsivos que ponen en riesgo su vida, necesitando ser atendido por un medico diariamente como también recibir correctamente la medicación prescripta y por supuesto, la acción inmediata del personal penitenciario, quienes en vez de asumir el rol que les corresponde complican aun más la carencias existentes•